miércoles, 15 de septiembre de 2010

La seño en mi sueño


Ayer soñé de nuevo con ella. Me ocurre muy recurrentemente. Generalmente, sus apariciones son fugaces; tan sólo algunas veces ella desempeña el protagónico en aquellos oníricos escenarios. Desde hace años, una vez por mes (por lo menos) se da el lujo de pasearse por mis tejidos inconscientes nocturnos y mis residuos diurnos también. No sé por qué, no lo puedo explicar: tan sólo fue María Belén, mi maestra de la primaria. Sí, lo sé: fue la mejor, no lo puedo negar. Pero, ¿por qué tanta insistencia?
Con su edad intacta visita mis sueños. Siempre conserva la imagen jovial de señorita de guardapolvo color bordó, de cintas de colores bordeando sus muñecas de tez oscura y de uñas cortadas bien al ras. Pero no desde siempre ocurre esto: fue desde aquel día en que me enteré de que se había mudado a cuatro cuadras de mi casa, con su pareja, Verónica, otra de las maestras del colegio.
Aunque el gaydar de cualquiera la detectaría a kilómetros de distancia, yo de chiquita nunca me lo había puesto a pensar, nunca lo había imaginado. Por más que su vestimenta no era lo más femenina que había visto, y a pesar de que, desde que la conocí, tenía dos hijos adoptivos y nunca se le había conocido novio o esposo; hubiera sido imposible para mí suponerlo cuando era mi "seño".
Al tiempo de la mudanza, me enteré de que Verónica se había embarazado por medio de inseminación artificial y, unos meses más tarde, las vi pasar juntas por Curapaligüe con un cochecito cargado con un par de mellizos.
A partir de ese momento, fue irrefrenable. Ella comenzó con sus apariciones en las noches. Debo aclarar que yo nunca estoy con ella carnalmente; tan solo está ahí, fijada por el hecho de verme reflejada en alguien que fue muy importante durante mi niñez.
Hace un tiempo me puse a buscar el libro "La discusión", de Laura Roldán, que María Belén me había regalado con dedicatoria cuando tenía 9 años. Decía: "Fue un honor compartir este año con vos: una nena tan hermosa por dentro y por fuera. Participar, desde algún lugarcito, del crecimiento de un Sol como vos, es hermoso". Quién hubiera dicho que ella seguiría ocupando ese "lugarcito" siempre, pero en sueños.
Evidentemente, ya transcurrieron muchos años desde la última vez que a ella le pude decir seño. Y ahora, no se por qué, tengo esa extraña tendencia a ir enamorándome -muy platónicamente- de unas cuantas profesoras de la facultad.

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