-Buen día. Yo había hecho una reserva a mi nombre...
La empleada del hostel me miró a mí primero, a Dana después y, finalmente, dijo:
-Ah, sí. Si quieren, dejen las cosas en ese cuartito y
vuelvan a entrar a las 10.30, que es la hora del check in.
Aceptamos y salimos a caminar por las calles heladas de San
Rafael, Mendoza, buscando algún bar donde desayunar. Dos cosas sorprendieron: a
nosotras, la escasa cantidad de gente fumando en las calles; a los
sanrafaelinos, dos mujeres de veintipico caminando de la mano.
Nosotras pertenecemos a esa generación de lesbianas que
salió del armario al ritmo de los noticieros que hablaban de la aprobación de
la ley de matrimonio igualitario, al compás de la proliferación cada vez mayor
de series lésbicas, tanto extranjeras –y su basura inverosímil, The L World-, como la de la primera serie
lésbica argentina, Plan V; salimos del closet en una época en la que el
suplemento Soy ya existía, en la que los floggers –con Cumbio a la cabeza- ya
habían marcado una especie de “moda” homo o bisexual y en la que series
comerciales de canales abiertos como El elegido ponían en escena una relación
lésbica para ganar rating. Una época en la que caminar de la mano por la ciudad
de Buenos Aires ya no generaba sorpresas ni miradas de costado.
Pero caminando por San Rafael nos percatamos de que no
estábamos en Buenos Aires. Miradas sorprendidas de mujeres con cochecitos de
bebé, miradas de adolescentes que se pararon en una vidriera de un negocio
cerrado para mirarnos pasar entre risas, miradas curiosas de hombres en salas
de videojuegos. Ni hablar de que no vimos ni una sola pareja homosexual
caminando de la mano por la ciudad en todas las vacaciones.
Pero la frutilla del postre no vino hasta el viaje en micro de regreso a
Buenos Aires. Yo me había quedado dormida y me desperté con el asiento de al
lado vacío. Recordé que Dana me había comentado que antes la habían dejado
ir a fumar a la cabina del conductor, por eso supuse que debía estar ahí. Corrí
la cortina y ahí estaba ella, charlando con el conductor y su acompañante, un
riojano que antes había lanzado la clásica pregunta de confirmación: “¿Son
hermanas?”. Me ofrecieron que me sentase y siguieron la charla. El riojano se
excusó:
-Yo puedo entender que entre dos mujeres…pero no entre
hombres. Un hombre que está con otro, no es hombre.
Podría haberle respondido que un hombre que no puede estar
con quien de verdad le da la gana no es un hombre, o podría haberle preguntado
qué significaba para él ser un hombre, pero no valía la pena discutir con
alguien que pensaba que si Menem no se hubiera retirado del ballotage en 2003
–según él, lo hizo porque lo habían amenazado con asesinar a Zulemita si no lo
hacía- hoy estaríamos mucho mejor.
hola, me gustó el relato. no te gusta plan v? no entendí.
ResponderEliminarsaludos!
No, no!! La crítica fue a The L world!! Plan V me re cabe! Me hizo morir de risa!
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado!
Besos!
Che, recién me metí en la página y vi que quieren preparar una tercera temporada. Por el momento estoy sin laburo, así que si necesitan alguna ayuda, me chiflan. lesbienentretenu@gmail.com
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